Pero Jesús supo en su espíritu lo que ellos estaban pensando...
Señor mío y Dios mío: ¿Sabes? me siento tan tranquila, tan feliz de no tener que contarte nada porque Tú conoces hasta el más recóndito de nuestros pensamientos. Nada te debo ocultar, pero aunque lo quisiera no podría... ¡y como allana el camino!. Ser transparente para Ti es, a mi alma, una fortuna, me siento libre, sé que me amas con mis imperfecciones, que son muchas, y aún cuando se cruzan por mi mente cosas que de seguro no te han de agradar y de las cuáles, por no ofenderte, me arrepiento ipso facto pidiéndote perdón, sé con total seguridad que me amas y me absuelves en tu Misericordia. Seguro, mi fe no es tan grande como las de los amigos del enfermo, pero verdaderamente la tengo, sólo te pido ¡auméntala! Gracias, Señor Jesús.
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