Marcos 7, 1-2. 5-6a
Señor mío y Dios mío: ¡Cuántas veces he asistido a misa con las manos limpias y el corazón muy sucio! Si, muy sucio, pues mientras participaba de tu fiesta estaba al pendiente de cómo actuaban mis hermanos en ella. Si llegaban retrasados, o murmuraban durante la celebración, o bien si se levantaban en los momentos que corresponden... y cuántas veces a raíz de ello he criticado con el pensamiento a tus elegidos porque a mi juicio no enseñan cómo se debe proceder durante la Santa Misa. ¡Debía tener el corazón y la mirada fijos en Ti y no en las pequeñeces! Pero, Señor, Tú amas a esta creatura tuya y con mucha paciencia estás puliendo esas aristas; más, Amado mío, como me sé muy débil y de pensamiento rápido, prefiero centrar mis ojos en el altar, o cerrarlos mientras no estás en él y luego cuando apareces en tu esplendor eucarístico ¡ya nada importa fuera de Tí! Perdóname, Jesús, y sigue purificando mi alma, mi mirada y llena mi corazón con tu amor, hasta formarme como me quieres. Amén
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