Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: "Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador"...*
Lucas 5, 4.-8
Señor mío y Dios mío: Un día te subiste a mi barquita, que hacía agua, la reparaste y me mandaste navegar mar adentro. Como mi querido Pedro, también dije algo parecido a que no estaba preparada, que todo lo aprendido leyendo no servía pues recién cuando te me acercaste en Persona empecé a conocerte y nunca terminaré de hacerlo en esta vida, pero igual al pescador te dije: "Si Tú lo dices, Señor..." y eché mis redes aquí y allá, y también anduve por tierra esparciendo semillas de Buena Nueva. Yo no quiero saber si hubo cosecha, pues eso te atañe sólo a Ti, pero estoy agradecida porque me elegiste para hacerlo. Pero, mira, ahora sí contrario a Simón, caigo a tus rodillas y me aferro a tus pies como mendigo suplicándote que no te alejes de mí...¡porque soy pecadora! y tu Presencia en mi vida me transforma en un gusanillo que trata de hacer las cosas bien. Gracias mi Jesús, amén.
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