domingo, 13 de abril de 2014

Perfume de santidad

*... Jesús llegó con sus discípulos a una propiedad llamada Getsemaní, les dijo: "Quédense aquí, mientras yo voy allí a orar".
Y llevando con Él a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse. Entonces les dijo: "Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí, velando conmigo".
Y adelantándose un poco, cayó con el rostro en tierra, orando así: "Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya".
Después volvió junto a sus discípulos y los encontró durmiendo. Jesús dijo a Pedro: "Es posible que no hayan podido quedarse despiertos conmigo, ni siquiera una hora?  Esté prevenidos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil".
Se alejó por segunda vez y suplicó: "Padre mío, si no puedo pasar este cáliz sin que yo lo beba, que se haga tu voluntad".
Al regresar los encontró otra vez durmiendo, porque sus ojos se cerraban de sueño. Nuevamente se alejó de ellos y oró por tercera vez, repitiendo las mismas palabras.


Tintoretto .  La Oración en el huerto de Getesemaní


Señor Amado: ¿cuántas veces he repasado, rezando el rosario, este misterio ¿cientos? ¿unos miles tal vez? Y, sin conocer esta pintura, me imaginaba lo mismo que puso el pintor en la tela: Tú, el alma hecha añicos, pidiendo a nuestro Padre que pasara el cáliz... pero que se haga siempre su Voluntad.  Lógicamente se aplica a tu dolorosa Pasión. Sin embargo, en mi mente y mi corazón, que siempre aspiran a estar allí invisibles rezando el Rosario para que al oír el nombre de María sientas alivio el milésimo de segundo que dura su sonido,  se me representa que la amargura que Tú no quisieras beber es el tener que ver pasar bajo tu mirada las traiciones horrorosas que hacemos al Padre Altísimo, nosotros, sus hijas e hijos pecadores, los cuales a la inocencia de tu alma y de tus ojos debieron ser las más inimaginables asquerosidades. 
Ese, para mí, es el cáliz ponzoñoso y quisiera, como pensaba hoy durante la lectura de la Palabra del Domingo de Ramos, poder llevarte el perfume de santidad que exhala tu dulce Mamá y envolverte en él, para que aspirándolo sintieras que ella te envolvía en su regazo como cuando eras pequeño y perfumaba tu alrededor con su aroma de pureza. ¡Cómo quisiera, Señor mío, Dueño mío, poder hacer ésto.

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