jueves, 17 de enero de 2013

Al instante

Se le acercó un leproso, que se arrodilló ante él y le suplicó: "Si quieres, puedes limpiarme", Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo: "Quiero, queda limpio". Al instante se le quitó la lepra y quedó sano. Entonces Jesús lo despidió, pero le ordenó enérgicamente: " No cuentes esto a nadie..."
Marcos 1, 40-44a; 45a


Señor mío y Dios mío: Esta leprosa te imploró de rodillas que la sanaras y, una tarde cualquiera en el lugar menos esperado, te me apareciste con tu carga de amor. Y al instante quedé sanada de todas mis iniquidades. 
A mí no me pediste silencio, pero si lo hubieras hecho, seguro habría procedido igual al pobre hombre divulgando, aún a riesgo de las malas miradas de los que se dicen libres de pecado, tus misericordias en mi vida a todo lo alto y a todo lo ancho de mi entorno y donde quiera que voy así lo hago y lo seguiré haciendo hasta que me llames a tu Presencia para que termines de purificar las vestiduras y en algún momento poder entrar al Reino de la eternidad para cantar tus alabanzas. Amén




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